La crisis de mi vida
mayo 11, 2020GREGOR PETER SCHMITZ interviews GEORGE SOROS
GREGOR PETER SCHMITZ: Usted ha visto muchas crisis. ¿Es la pandemia de COVID‑19 comparable con alguna de las anteriores?
GEORGE SOROS: No. Esta es la mayor crisis de mi vida. Incluso antes de la pandemia me había dado cuenta de que estábamos en un momento revolucionario, donde lo que en tiempos normales sería imposible o incluso inconcebible no sólo se había vuelto posible sino, casi con certeza, absolutamente necesario. Y entonces llegó la COVID‑19, que ha alterado por completo las vidas de la gente y exige una conducta muy diferente. Es un hecho inédito que probablemente nunca se dio en esta combinación. Y supone un peligro real para la supervivencia de la civilización.
GPS: ¿Se podría haber evitado esta crisis si los gobiernos hubieran estado mejor preparados?
SOROS: Hemos tenido pandemias de enfermedades contagiosas desde la peste bubónica. Fueron bastante frecuentes en el siglo XIX; y después tuvimos la gripe española al final de la Primera Guerra Mundial, que de hecho se dio en tres olas, de las que la segunda fue la más letal. Murieron millones de personas. Y hemos tenido otros brotes serios, por ejemplo la gripe porcina hace apenas una década. Así que sorprende lo mal preparados que estaban los países para un hecho como este.
GPS: ¿Es ese el mayor problema en la situación actual, esta falta de certeza sobre cómo lidiar con este virus y cómo proceder en los próximos meses o años?
SOROS: No hay duda de que es un problema muy grande. Estamos aprendiendo muy rápido, y ahora sabemos mucho más sobre el virus que cuando apareció; pero es dispararle a un blanco móvil, porque el virus cambia muy rápido. Desarrollar una vacuna llevará mucho tiempo. E incluso cuando la hayamos desarrollado, tendremos que aprender cómo modificarla todos los años, porque lo más probable es que el virus mute. Es lo que hacemos cada año con la vacuna para la gripe.
GPS: ¿Cambiará esta crisis la naturaleza del capitalismo? Incluso antes de que la COVID‑19 produjera esta recesión catastrófica, los aspectos negativos de la globalización y del libre comercio ya eran objeto de más atención.
SOROS: No volveremos a donde estábamos cuando empezó la pandemia. Eso está bastante claro, pero es lo único. El resto está todo en duda. No creo que nadie sepa cómo evolucionará el capitalismo.
GPS: ¿Puede esta crisis generar más unión entre las personas y entre los estados nacionales?
SOROS: A largo plazo, sí. Pero ahora mismo, la gente está dominada por el miedo. Y muchas veces el miedo lleva a las personas a hacerse daño. Esto se aplica a los individuos, y también a las instituciones, las naciones y la humanidad misma.
GPS: ¿Lo estamos viendo en el juego de culpabilización mutua entre Estados Unidos y China respecto del origen del virus?
SOROS: El conflicto entre Estados Unidos y China complica la cuestión, porque debemos trabajar juntos en lo referido al cambio climático y al desarrollo de una vacuna contra la COVID‑19. Pero parece que no podemos: ya estamos compitiendo por ver quién desarrollará y quién usará la vacuna. El hecho de que tengamos dos sistemas de gobierno muy diferentes, democrático y…
GPS: ¿Autocrático?
SOROS: Sí. Eso hace todo más difícil. Muchos dicen que tendríamos que colaborar muy estrechamente con China, pero yo no estoy de acuerdo. Debemos proteger nuestra sociedad abierta democrática. Al mismo tiempo, debemos hallar un modo de cooperar en el combate al cambio climático y al nuevo coronavirus. No será fácil. Mis sentimientos están con el pueblo chino, porque está bajo el dominio de un dictador, el presidente Xi Jinping. Creo que muchos chinos con más formación lo lamentan, y que la población general está todavía muy enojada con él por haber mantenido la COVID‑19 en secreto hasta después del Año Nuevo Chino.
GPS: ¿Puede ocurrir que Xi pierda poder cuando los chinos comprendan que el manejo de la crisis fue subóptimo?
SOROS: Sin duda. Cuando Xi abolió los límites a los mandatos consecutivos y se autodesignó, en esencia, presidente vitalicio, dejó sin futuro político a los miembros más importantes y ambiciosos de una élite muy reducida y competitiva. Cometió un gran error. Así que aunque en cierto sentido es muy fuerte, al mismo tiempo es extremadamente débil y ahora quizá vulnerable.
Sigo con mucha atención la lucha interna de la dirigencia china, porque estoy del lado de los que creen en una sociedad abierta. Y en China hay muchos que también están muy de acuerdo con una sociedad abierta.
GPS: Pero el presidente actual de los Estados Unidos no representa realmente los valores de una sociedad abierta y libre…
SOROS: Bueno, es una falencia que espero que no dure demasiado. Donald Trump quisiera ser un dictador. Pero no puede, porque en los Estados Unidos hay una constitución que la gente todavía respeta. Eso le pondrá algunos límites. No quiere decir que no vaya a intentarlo, porque está peleando literalmente por su vida. También debo decir que tengo la esperanza de que Trump se autodestruya, y en ese sentido ha superado con creces mis fantasías.
GPS: ¿Qué papel tiene la Unión Europea (su hogar, que tanto le preocupa) en esta lucha por el poder?
SOROS: Me preocupa en particular la supervivencia de la Unión Europea porque es una unión incompleta. Estaba en proceso de creación, pero ese proceso nunca se completó, y eso vuelve a Europa excepcionalmente vulnerable; más que Estados Unidos, no sólo por ser una unión incompleta, sino también porque se basa en el Estado de Derecho. Y la justicia es lenta, mientras que amenazas como el virus de la COVID‑19 son muy rápidas. Esto le genera a la Unión Europea un problema particular.
GPS: La semana pasada, el Tribunal Constitucional Federal de Alemania causó conmoción con la sentencia que dictó sobre el Banco Central Europeo. ¿Le preocupa?
SOROS: Me preocupa muchísimo. La sentencia plantea una amenaza que puede destruir a la Unión Europea como institución basada en el Estado de Derecho, precisamente porque surge del tribunal constitucional alemán, que es la institución más respetada en Alemania. Antes de emitir el veredicto, los jueces alemanes habían consultado al Tribunal Europeo de Justicia, y después decidieron fallar en contra. O sea que ahora tenemos un conflicto entre el tribunal constitucional alemán y el Tribunal Europeo de Justicia. ¿Cuál de los dos tiene precedencia?
GPS: Técnicamente, los tratados europeos dan al TEJ supremacía en esta área. Eso está muy claro.
SOROS: Es verdad. Al unirse a la Unión Europea, Alemania se comprometió a supeditarse al derecho europeo. Pero la sentencia plantea una cuestión todavía mayor: si el tribunal alemán puede cuestionar las decisiones del Tribunal Europeo de Justicia, ¿seguirán otros países el ejemplo? ¿Pueden Hungría y Polonia elegir entre el derecho europeo y sus propios tribunales, cuya legitimidad ha cuestionado la Unión Europea? Esta pregunta es fundamental para la Unión Europea, que se basa en el Estado de Derecho.
Polonia aprovechó de inmediato la ocasión y afirmó la supremacía de sus tribunales (controlados por el gobierno) sobre el derecho europeo. En Hungría, Viktor Orbán ya usó la emergencia por la COVID‑19 y un parlamento controlado para nombrarse dictador. El parlamento sólo sigue sesionando para refrendar sus decretos, lo que es claramente contrario al derecho europeo. Si el veredicto del tribunal alemán impide a la Unión Europea oponerse a estos hechos, será el fin de la Unión Europea que conocemos.
GPS: ¿Tendrá el BCE que cambiar sus políticas después de esta sentencia?
SOROS: No necesariamente. El fallo sólo exige al BCE justificar sus políticas monetarias actuales. Se le dieron tres meses para justificar las medidas que tomó. Eso consumirá gran parte de la atención del BCE, cuando es la única institución que realmente funciona en Europa capaz de proveer los recursos financieros necesarios para combatir la pandemia. Por eso tendría que estar concentrada en ayudar a Europa a crear un Fondo de Recuperación.
GPS: ¿Tiene alguna sugerencia respecto de la posible procedencia de esos recursos?
SOROS: He propuesto que la Unión Europea emita bonos perpetuos, aunque ahora creo que habría que llamarlos «consols» (bonos consolidados), porque ha habido emisiones exitosas de bonos perpetuos con ese nombre desde 1751 en Gran Bretaña y desde la década de 1870 en Estados Unidos.
Los bonos perpetuos se han confundido con los «coronabonos», que han sido rechazados por el Consejo Europeo, y por buenos motivos, ya que implican una mutualización de deudas acumuladas que los estados miembros no están dispuestos a aceptar. Eso envenenó el debate sobre los bonos perpetuos.
Creo que la difícil situación actual refuerza mis razones para la emisión de consols. El tribunal alemán dijo que las acciones del BCE eran legales porque respetaban el requisito de que las compras de bonos fueran proporcionales a la cantidad de acciones de los estados miembros en el BCE. Pero la implicación evidente es que el tribunal podría cuestionar y considerar ultra vires cualquier compra de títulos del BCE que no sea proporcional a la «clave de capital» del BCE.
La clase de bonos que he propuesto no tendría este problema, porque los emitiría la Unión Europea en forma conjunta, serían automáticamente proporcionales y seguirían siéndolo para siempre. Los estados miembros sólo tendrían que pagar el interés anual de los bonos, tan minúsculo (digamos, 0,5%) que les sería fácil suscribirlos, sea en forma unánime o mediante una coalición de buena voluntad.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dice que Europa necesita alrededor de un billón de euros (1,1 billones de dólares) para combatir la pandemia, y tendría que haber añadido otro billón de euros para el cambio climático. Los consols pueden brindar esas cantidades si los estados miembros de la Unión Europea los autorizan.
Por desgracia, Alemania y los estados de la «Liga Hanseática» liderados por los Países Bajos se oponen en forma categórica. Deberían pensarlo otra vez. La Unión Europea está considerando duplicar su presupuesto, pero así sólo se conseguirán unos 100 000 millones de euros y la décima parte del beneficio que pueden dar los bonos perpetuos. Los que quieren mantener al mínimo las contribuciones al presupuesto de la Unión Europea deben apoyar la emisión de consols. Para proveer a la Unión Europea recursos propios, protegiendo su calificación crediticia AAA, tendrían que autorizar algunos impuestos, por ejemplo a las transacciones financieras; pero no hace falta aprobar esos impuestos, los consols ocuparían su lugar. Sería mucho mejor para los mencionados y para el resto de Europa. Con pagos anuales de 5000 millones de euros, cuyo valor actual se reducirá en forma continua, la Unión Europea puede conseguir el billón de euros que el continente necesita con urgencia; es una relación costo‑beneficio fabulosa.
GPS: Cuando la Unión Europea flexibilizó sus reglas contra las ayudas estatales, Alemania presentó más de la mitad de las solicitudes. Algunos dicen que esto es contrario a los principios del mercado común, porque le da a Alemania una ventaja injusta. ¿Cómo lo ve usted?
SOROS: Estoy de acuerdo con lo que dicen. Es particularmente injusto para Italia, que ya era el «enfermo de Europa» y después el país más golpeado por la COVID‑19. El líder de La Liga, Matteo Salvini, está agitando para que Italia abandone el euro y también la Unión Europea. Felizmente, su popularidad personal disminuyó desde que salió del gobierno, pero las ideas que defiende están ganando seguidores.
Es otra amenaza existencial para la Unión Europea. ¿Qué quedaría de Europa sin Italia, que era el país más proeuropeo? Los italianos confiaban en Europa más que en sus propios gobiernos. Pero durante la crisis de los refugiados en 2015 se los trató mal, y entonces se volcaron a la Liga ultraderechista de Salvini y a los populistas del Movimiento Cinco Estrellas.
GPS: Suena usted muy pesimista.
SOROS: Todo lo contrario. Admito que Europa enfrenta varios peligros existenciales. No es una figura retórica, es la realidad. El veredicto del Tribunal Constitucional Federal de Alemania es sólo el último de los retos. Pero una vez reconocido esto, podemos ponernos a la altura del desafío y tomar medidas excepcionales adecuadas para las circunstancias excepcionales que vivimos. Sin duda se aplica a los consols, que nunca deberían emitirse en tiempos normales, pero que ahora mismo son ideales. Mientras pueda proponer medidas como la emisión de consols, no perderé las esperanzas.