Observaciones de George Soros sobre China en la Hoover Institution
enero 31, 2022El 31 de enero de 2022, al comienzo de la mesa redonda organizada por la Hoover Institution titulada China en la víspera de los Juegos Olímpicos de Invierno: elecciones difíciles para las democracias mundiales, se han hecho las siguientes observaciones.
El 2022 será un año muy importante para la historia mundial. En unos pocos días, China ─el estado autoritario más poderoso del mundo─ será el país anfitrión de los Juegos Olímpicos de Invierno y, al igual que la Alemania de 1936, intentará aprovechar el espectáculo para obtener una victoria propagandística para su sistema de estrictos controles.
Hemos llegado al punto, o estamos muy cerca, de tomar importantes decisiones que determinarán la dirección que tomará el mundo. Las elecciones de Alemania ya se han llevado a cabo y las de Francia se celebrarán en abril de 2022. Ese mismo mes, los electores húngaros ─con las probabilidades en contra─ podrían sacar del poder a su líder autoritario. Estos acontecimientos, en combinación con la decisión de Putin de si invadir Ucrania o no, contribuirán a determinar el destino de Europa.
En octubre, el 20º Congreso del Partido Chino decidirá si se le otorga a Xi Jinping un tercer período de gobierno como Secretario General del Partido. Posteriormente, los EE. UU. celebrarán sus cruciales elecciones de mitad de período, en noviembre.
El cambio climático seguirá siendo un desafío a nivel político para el mundo entero, pero el rasgo geopolítico dominante en el mundo actual es el creciente conflicto entre dos sistemas de gobierno que son diametralmente opuestos. Intentaré definir la diferencia entre estos de la manera más simple posible.
En una sociedad abierta, el papel del estado es proteger la libertad del individuo. En una sociedad cerrada, el papel del individuo consiste en servir a los soberanos del estado.
Como fundador de la Open Society Foundations, obviamente estoy a favor de las sociedades abiertas. Pero la pregunta más importante que se plantea ahora es: ¿cuál de los sistemas prevalecerá?
Ambos tienen fortalezas y debilidades. Las sociedades abiertas liberan las energías creativas e innovadoras de las personas, mientras que las sociedades cerradas concentran el poder en manos del estado monopartidista. Esas son las fortalezas. Las debilidades dependen más de las condiciones locales y regionales Por ejemplo, la relación entre la Unión Europea y sus Estados miembros aún está evolucionando. La UE debe proteger a Lituania, que ha reconocido a Taiwán, de un bloqueo no oficial por parte de China pero… ¿lo hará? La victoria de las sociedades abiertas no puede darse por sentada en un mundo al borde de sumirse en agresiones militares, tanto en Ucrania como en Taiwán.
El presidente Biden ha adoptado, en general, las políticas correctas. Le ha dicho a Putin que Rusia pagaría un alto precio si atacan Ucrania, pero los EE. UU. no irán a la guerra para defender a aquel país. Si Putin ataca, la mayor sanción que afrontará será una mayor cooperación a nivel transatlántico. Biden no hará ninguna concesión unilateral, pero está interesado en hallar una solución pacífica. La elección depende de Putin.
A la vez, Biden le ha dejado bien claro a Xi Jinping que, si usa la fuerza contra Taiwán, China tendrá que confrontar no solo a los EE. UU., sino a una alianza mucho mayor compuesta por los grupos AUKUS ─constituido por Australia, Reino Unido y los EE. UU.─, y QUAD ─constituido por EE. UU., Japón, Australia y la India─, además de otros potenciales aliados que aún no se han comprometido totalmente con acciones conjuntas, como Corea del Sur y las Filipinas. Japón es el país que más se ha comprometido con la defensa de Taiwán.
Por otra parte, Xi Jinping ha dejado clara su determinación de defender la soberanía de China sobre Taiwán, por la fuerza si es necesario. Está invirtiendo enormes cantidades de recursos en armamento. Recientemente sorprendió al mundo entero haciendo pruebas con un misil hipersónico controlable.
Los EE. UU. no tienen nada comparable y no están por la labor de competir. Esta es la política correcta, porque el logro hipersónico de Xi Jinping no altera el equilibrio de la destrucción mutua asegurada que evita que estos enemigos se ataquen entre sí. El misil no es más que una victoria propagandística. Sin embargo, la posibilidad de una guerra entre los EE. UU. y China se ha vuelto más plausible, y no es una perspectiva precisamente halagüeña.
Recientemente, me sorprendido a mí mismo preguntándome: ¿cómo fue que llegamos a esta situación? Cuando comencé a dar los primeros pasos de lo que llamo mi «filantropía política» en la década de 1980, la superioridad americana no se cuestionaba. Ese ya no es el caso. ¿Por qué?
Parte de la respuesta viene de los avances tecnológicos, la mayor parte de los cuales están basados en la inteligencia artificial, o IA, que estaba en su infancia en la década de 1980.
El desarrollo de la IA y el advenimiento de las redes sociales y las plataformas tecnológicas han ido de la mano. Ha creado compañías muy rentables que se han vuelto tan poderosas que nadie puede competir con ellas. Sin embargo, sí es posible que ellas compitan entre sí. Estas compañías han llegado a dominar la economía global. Son multinacionales y sus tentáculos llegan a todos los rincones del mundo. Y todos sabemos cómo se llaman: Facebook, Google, Apple y Amazon. Existen conglomerados similares en China, pero sus nombres son menos conocidos en occidente.
Este hecho ha tenido consecuencias políticas de largo alcance. Ha agudizado el conflicto entre China y los Estados Unidos, y le ha dado una dimensión completamente nueva.
China ha convertido a sus plataformas tecnológicas en campeones nacionales; los EE. UU. se han mostrado más tímidos en este aspecto, porque al país le preocupa el efecto potencial que esto tendría sobre la libertad de los individuos. Estas diferentes actitudes han arrojado nueva luz sobre el conflicto entre los dos sistemas de gobierno que representan los EE. UU. y China.
En teoría, la IA es neutral a nivel moral y ético; se puede usar tanto para el bien como para el mal. Pero, en la práctica, sus efectos son asimétricos.
La IA es particularmente buena para producir instrumentos de control que ayudan a los regímenes represivos y ponen en peligro a las sociedades abiertas. Es interesante observar que el coronavirus reforzó la ventaja de los regímenes represivos, legitimando el uso de los datos personales para propósitos de control público.
Con estas ventajas, cualquiera pensaría que Xi Jinping, que recopila datos personales de sus ciudadanos para vigilarlos más agresivamente que ningún otro gobernante en la historia, está destinado al éxito. Él definitivamente está convencido de esto, y hay muchos que le creen. Creo que debo explicar por qué este no es el caso. Esto requiere de una pequeña semblanza histórica del Partido Comunista Chino, o PCC.
La primera persona en dominar al PCC, Mao Zedong, desencadenó el “Gran Paso al Frente”, que causó la muerte de decenas de millones de personas. A esto le siguió la Revolución Cultural, que destruyó la cultura tradicional china mediante la tortura y asesinato de las élites culturales y económicas.
De todo este caos emergió un nuevo líder, Deng Xiaoping, que reconoció que China iba lastimosamente a la zaga del mundo capitalista. Su lema era: «Oculta tu fuerza y date tu tiempo». Invitó a los extranjeros a invertir en China, y esto llevó a un período de crecimiento casi milagroso, que continuó incluso después de que Xi Jinping ascendiera al poder en el 2013.
Desde entonces, Xi Jinping ha hecho todo lo posible para desmantelar los logros de Deng Xiaoping. Puso a las compañías privadas que se fundaron durante el período de Deng Xiaoping bajo control del PCC, y socavó el dinamismo que las caracterizaba. En vez de permitir que la empresa privada floreciese, Xi Jinping introdujo su propio «Sueño para China», que se puede resumir en dos palabras: control total. Este hecho ha tenido consecuencias desastrosas.
En contraste con Deng, Xi Jinping es un verdadero creyente en el comunismo. Sus ídolos son Mao Zedong y Vladimir Lenin. En el centenario del PCC, se apareció vestido como Mao, mientras que todo el resto de los asistentes vestían trajes occidentales.
Según las reglas de sucesión establecidas por Deng, el período de gobierno de Xi Jinping debe caducar en el 2022. Pero Xi, inspirado por Lenin, ha obtenido un firme control sobre los militares y otras instituciones de represión y vigilancia. Y también ha refinado el proceso que habrá de elevarlo al nivel de Mao Zedong y Deng Xiaoping, con el fin último de convertirlo en soberano vitalicio. Para lograr esto, Xi ha tenido que reinterpretar la historia del PCC para demostrar que la consecuencia lógica es que acaben eligiéndole para, al menos, un tercer mandato.
Xi Jinping tiene muchos enemigos. Si bien nadie se atreve a oponérsele públicamente, porque controla todos los estamentos del poder, lo cierto es que está gestando una pugna dentro del PCC, cuya intensidad es tal que ha llegado a manifestarse en diversas publicaciones internas del partido. Xi está siendo atacado por aquellos que han hallado inspiración en las ideas de Deng Xiaoping y que quieren ver a la empresa privada asumir un papel más relevante.
Xi Jinping mismo está convencido de que está introduciendo un sistema de gobierno inherentemente superior a la democracia liberal. Pero su mandato se basa en la intimidación y nadie se atreve a decirle lo que no quiere escuchar. Como resultado, no hay nada que le haga poner sus creencias en tela de juicio, incluso ante la brecha ─cada vez mayor─ entre su creencias y la realidad.
China está enfrentando una crisis económica centrada en el mercado inmobiliario, que ha sido el motor principal del crecimiento desde que Xi Jinping ascendió al poder en el 2013.
El modelo en que se basa este auge inmobiliario es insostenible. Las personas que compran pisos tiene que comenzar a pagarlos incluso antes de que estén construidos. Así, el sistema está basado en el crédito. Los gobiernos locales obtienen la mayor parte de sus ingresos por la venta de tierras a precios cada vez mayores.
Eventualmente, los precios tuvieron que subir a un nivel superior al que la gente corriente podía pagar. Esto ocurrió a mediados del 2021. Para entonces, este auge había adquirido unas proporciones insostenibles. Representaba casi el 30% de la actividad económica y estaba consumiendo cada vez más crédito.
Después de acelerar paulatinamente, el auge inmobiliario terminó de manera explosiva. Para junio de 2021, los precios de los terrenos residenciales habían aumentado más de un 30% en comparación con el año anterior. Las autoridades intentaron frenar ese ritmo y les ordenaron a los bancos que no incrementasen la cantidad de préstamos hipotecarios residenciales otorgados.
La directiva tuvo un efecto precisamente opuesto al previsto. Le dificultó a la promotora inmobiliaria de mayor tamaño y nivel de endeudamiento, Evergrande, el cumplir con sus obligaciones financieras. Los subcontratistas a los que no se les pagó dejaron de trabajar y las personas que habían comprado pisos comenzaron a contemplar con angustia la posibilidad de nunca recibir las viviendas por las que estaban pagando.
Cuando comenzó la temporada de ventas en septiembre, había muchos más vendedores que compradores. Durante un tiempo, casi no hubo transacciones a los precios anunciados, pero hoy en día están comenzando a bajar los precios tanto de los pisos construidos como los de las tierras. Esto hará que muchos de los que invirtieron la mayor parte de sus ahorros en bienes inmuebles se pongan en contra de Xi Jinping.
Ahora mismo Evergrande está bajo administración judicial, y otras promotoras enfrentan un destino similar. Los acreedores de Evergrande comenzaron a luchar para mejorar sus respectivas posiciones al recibir indemnizaciones por bancarrota. Los tribunales se hicieron cargo de la situación, y su primera medida fue proteger a los subcontratistas, que emplean alrededor de 70 millones de trabajadores inmigrantes.
Falta ver cómo lidiarán las autoridades con la crisis. Es posible que lo hayan pospuesto durante demasiado tiempo, porque ahora la confianza del pueblo se ha resquebrajado. Xi Jinping tiene múltiples herramientas a su disposición para restablecer esta confianza, pero la pregunta es si las podrá usar adecuadamente. En mi opinión, será en el segundo trimestre de 2022 donde se verá si ha tenido éxito. La situación actual no luce muy prometedora para Xi.
En paralelo al tema inmobiliario, China también está enfrentando un serio problema demográfico. La natalidad es mucho menor de lo que indican las cifras públicas. Los expertos calculan que la población real es 130 millones de personas menor que la cifra oficial de 1.400 millones de personas. Esto no es muy conocido, pero agravará la crisis inmobiliaria , creará escasez de empleo, tensiones fiscales y una ralentización de la economía.
Xi Jinping también se ha topado con serios problemas relacionados con las vacunas. Las vacunas chinas fueron diseñadas para la variante de Wuhan, pero ahora mismo el mundo está luchando contra otras variantes: primero fue la Delta y ahora la Ómicron. Para Xi Jinping sería simplemente imposible admitir esto en un momento en el que está haciendo méritos para ser electo para un tercer mandato. Le está ocultando esto al pueblo chino, como si se tratase de un «secreto sucio».
Ahora mismo, todo lo que Xi Jinping puede hacer es imponer una política de «Cero covid». Esto implicaría decretar estrictos confinamientos a la menor señal de un brote, cosa afecta negativamente a la actividad económica. También está creando grandes penurias para las personas que quedan en cuarentena instantáneamente sin importar dónde se encuentren, y sus quejas no pueden acallarse.
La variante ómicron podría ser la ruina de Xi Jinping. Es mucho más infecciosa que cualquiera de las variantes anteriores, aunque también es mucho menos perjudicial para aquellos que se han vacunado adecuadamente. Pero la mayoría de los ciudadanos chinos solo han recibido la vacuna contra la variante de Wuhan, y los más probable es que el «secreto sucio» de Xi Jinping termine por revelarse o durante los Juegos Olímpicos o poco después.
Ómicron entró a China principalmente a través de la ciudad portuaria de Tianjin, que está a 30 minutos de Beijing por tren de alta velocidad. En estos momentos ya se ha propagado a una creciente cantidad de ciudades en China. Y ya no está bajo control.
Como las Olimpiadas de Invierno son el proyecto de prestigio de Xi Jinping, su gobierno estará dispuesto a llegar muy lejos con tal de que celebren con éxito. Los atletas están herméticamente separados de la población local, pero no tendría sentido continuar con estos esfuerzos después del evento. Lo más probable es que confinar a ciudades enteras no funcione contra una variante tan infecciosa como la ómicron. Esto resulta evidente en Hong Kong, donde el brote de ómicron luce cada vez más grave. Y sin embargo, el coste del «Cero Covid» aumenta cada día, puesto que la ciudad está efectivamente aislada del resto del mundo, e incluso de China. Hong Kong es un gran ejemplo del problema que ómicron representa para Xi Jinping.
Éste ha intentado imponer un control total, pero sin éxito. En vista de la gran oposición existente dentro del PCC, es posible que el delicado proceso urdido para elevar a Xi Jinping al nivel de Mao Zedong y Deng Xiaoping no dé frutos.
Sería deseable que Xi Jinping pudiese ser reemplazado por un individuo menos represivo con su propio pueblo, y más pacífico en sus relaciones internacionales. Esto eliminaría a la mayor amenaza que enfrentan las sociedades abiertas hoy en día, y estas deberían hacer todo lo posible para exhortar a China a moverse en la dirección deseada.
Muchas gracias.